miércoles, 21 de marzo de 2018

El éxodo de repatriados salvadoreños, durante la Guerra de julio de 1969 entre Honduras y El Salvador.



El Dr. Manuel Bianchi de Chile, miembro de la comisión de derechos humanos de la OEA interroga a salvadoreños en el campo de concentración del estadio de Tegucigalpa. La OEA informaba que los prisioneros estaban siendo liberados a razón de 15 a 20 por día. (Guerra de legítima defensa El Salvador 1969).

“Nosotros defendemos los valores morales de la humanidad y de la civilización. ¿Cómo es posible que un hombre pueda caminar con seguridad por la superficie de la luna y no pueda, por su nacionalidad, caminar sin peligro por las veredas de Honduras”
Discurso del Presidente de El Salvador, General Fidel Sánchez Hernández.


En la historia de la humanidad se registran desplazamientos de poblaciones como consecuencia de guerras, conquistas, coloniaje, limpiezas étnicas, etc. Lo cual es una constante hasta nuestros días en África y Medio Oriente entre otros.


Ese viaje de poblaciones de uno a otro lugar generalmente en sus orígenes está asociado a la búsqueda de seguridad y alimentación, especialmente cuando ya se cuenta con la agricultura familiar.
En su mayoría estas migraciones, en ocasiones han sido de forma precipitadas o forzadas en grupos humanos ante el peligro de morir de hambre, discriminación y por las armas. En donde ancianos, mujeres y niños, llevando consigo únicamente lo puesto y los que pueden cargar con sus manos.   

El Salvador es un ejemplo de migración hacia otros países por causas económicas y sociales. Honduras inicios del Siglo XX, se convierte en un atractivo lugar para las empresas productoras de bananos, en la zona de la costa atlántica. Una vez instaladas las empresas estadounidenses, requieren de mano de obra no sólo de Honduras sino que los inmigrantes salvadoreños, guatemaltecos y nicaragüenses.

Es precisamente en el año de 1911, es que comienza la inmigración de salvadoreños hacia las plantaciones bananeras en Honduras. Esta inmigración de salvadoreños y de otras nacionalidades fue a las facilidades que daban las leyes de inmigración de Honduras.

De acuerdo al Informe sobre Desarrollo Humano El Salvador 2005, para el año de 1930 habían emigrado cerca de 25,000 personas y al final de la década de los años cuarenta había 40,000 (PNUD 2005, 2005). Y ya en el año de 1953 existían 35,000 trabajadores y bajó considerablemente a 16,000 en el año de 1959 debido a la implementación de la mecanización en las empresas bananeras hondureñas. (Martínez Peñate).

Durante los años sesenta vivían en el exterior alrededor de 350.000 salvadoreños (Winschuh, 1997).  Pero debido a las tensas situaciones políticas, sociales y militares entre Honduras y El salvador, es que en el año 1969, muchos salvadoreños fueron expulsados del vecino país.

La emigración en lo general se produce por la búsqueda de bienestar, en busca de trabajo y de condiciones de vida básicas que no se tienen en los países de origen y que otro ofrece. Aún en nuestros se observa el desarrollo que tuvo los lugares en donde nuestros compatriotas se asentaron especialmente en la zona costa de Honduras, pero también no se olvidan las imágenes de nuestros compatriotas llegando por nuestras fronteras en muchos casos a pie, en carretas aladas por bueyes, con lo que pudieron tomar al salir perseguidos por las hordas hondureñas conocidos como “Mancha Brava”, quienes asesinaban por el solo hecho de ser salvadoreños.

Honduras pasaba momentos difíciles; falta de inversión pública, huelgas de los maestros y una presión por las tierras por parte de poderosas organizaciones de propietarios interesados en extender sus tierras, siendo su blanco aquellas que ocupaban los salvadoreños. Además de otras organizaciones que estaban exigiendo al gobierno del General Oswaldo López Arellano, que aplicara la reforma agraria, la cual existía desde el año de 1962 (Educación, 2009). Es así que ya en año de 1968, el gobierno hondureño dispone poner en ejecución la reforma agraria, en la cual no consideraba sus beneficios a los salvadoreños en algunos casos por su situación de ilegalidad, y de esta forma su expulsión sería muy fácil, con el pretexto de estar aplicando su reforma. 

En julio de 1969, el canciller hondureño Carías Castillo manifestaba las razones por las cuales aquel país realizaba acciones dentro de su territorio, siendo causa de la tensión  “...la sistemática y tenaz penetración dentro de nuestro territorio de grupos de salvadoreños durante más de 50 años, en maneras que constituyen un evidente abuso de nuestra soberanía e integridad territorial y un peligro real para el pueblo hondureño, cuyo número está creciendo a un ritmo tan rápido que... este país se encuentra de primero en este momento en crecimiento de la población en América Latina, con una tasa de crecimiento de 48.8 por mil”.


Cómo entender las persecuciones y vejámenes que sufrieron las familias salvadoreñas, que ya asentadas de raíces comunes, estrechamente vinculados geográficamente y su historia, quienes unidos a lo largo de la historia republicana, hayan sufrido los males del egoísmo y del odio.

Históricamente, los salvadoreños su excedente siempre ha buscado su mejora en las condiciones de vida. Aun por esa época los salvadoreños, siempre han sido considerados muy laboriosos y de mano de obra muy calificada, siendo ellos, quienes con grandes esfuerzos y sufrimientos, ocasionados por enfermedades tropicales transformaron la inhóspita costa norte hondureña en espléndidos campos de cultivo. Esta predilección de la laboriosidad salvadoreña, significó recelos e inconformidades que con el correr de los años se fue acentuando.

Con el correr de los años, los salvadoreños radicados en Honduras llegaron a sumar aproximadamente 300,000 compatriotas, muchos de ellos unidos por lazos de familia con hondureños, y de ese país también llegaron emigrantes a radicarse en El Salvador, aunque en menor proporción. Los hondureños, lo hicieron, en busca de educación y de salud especialmente, ya que en Honduras escaseaban los centros de enseñanza superiores, así como también se presentaba un deficiente servicio médico hospitalario.

El Salvador y Honduras, desarrollaron varios intentos de reducir y controlar la migración entre ambas naciones. Es así que en junio de 1962 se firma un Tratado de Migración en paso fronterizo del Amatillo, posteriormente el 21 de septiembre del año de 1965 se firma otro Tratado, el cual entra en vigencia el 25 de enero de 1967, el cual contenía entre sus cláusulas; “una vez vencido el Tratado podría ser renovado, solamente una vez por un período de dos años, por medio de un simple intercambio de notas entre los Ministros de Relaciones Exteriores”. Pero como era de esperarse Honduras se rehúsa a renovarlo por otro período.

La expulsión de los compatriotas por parte de Honduras.
Los registro del incremento de ingresos de salvadoreños huyendo del territorio hondureño hacia la frontera de El Salvador, aparecen a finales del mes de abril de 1969, en donde familias enteras de todas las edades, cruzan las fronteras por la persecución sistemática del gobierno hondureño. Niños nacidos ya en Honduras como ciudadanos, mujeres, hombres y ancianos con más de 40 años de residir en dicho país. En la mayoría de casos matrimonios mixtos de ambas nacionalidades.
            “se inició hacia El Salvador un éxodo que no tiene paralelo, por su magnitud, en los anales de Latinoamérica (Guerra de legítima defensa El Salvador 1969).

        “configurando su éxodo el doloroso cuadro de una total desintegración de hogares en gran escala. Muchos de los niños quedaron huérfanos, al ser asesinados sus padres o extraviarse durante el terror de la huida. El número de muertos y perdidos durante esta catástrofe es un misterio, pero es de suponerse que la mayor parte de las victimas estuvo constituida por mujeres y niños que se internaron en bosques y montañas huyendo de la implacable persecución (Guerra de legítima defensa El Salvador 1969).

Como era de esperarse nuestros compatriotas retornaban a su patria únicamente con lo que traían puesto en su mayoría y en otros casos con una pequeña maleta, algunos semovientes, aves de corral y hasta sus caninos, pero todo lo que habían construido en más de cuarenta años quedaba atrás.

“No se puede transar con el honor de la República. Ninguna nación que valore su propia dignidad, puede permitir que impunemente se violen sus fronteras y se masacre a sus hijos. Hemos llegado a esta situación, después de agotar los recursos pacíficos, y ante la necesidad y el deber de proteger la vida de millares de compatriotas, que continúan siendo brutalmente perseguidos, y que aún no han podido llegar a nuestras fronteras”. Discurso Gral. Fidel Sánchez Hernández, Presidente de El Salvador.
Los Campos de Concentración.
No habían pasado ni 30 años del fin de la II Guerra Mundial y las atrocidades sufridas por la población civil en los escenarios de la guerra, no se borraban de las mentes de la humanidad, pero se estaban presentando como fantasmas en una de las regiones más distantes de aquella contienda, Centroamérica. Pero más aún no se borran los vejámenes cometidos por Alemania Nazi en sus campos de concentración en contra de los judíos, en donde eran condenados a la muerte, por el solo hecho de ser judíos. Y en donde un militar salvadoreño Cnel. José Arturo Castellanos, quien junto a George Madel Mantello, hacian todo lo posible por salvar las vidas de miles de ciudadanos judíos, aún a costa de morir en el intento. Diplomatico salvadoreño que según cifras y recuentos oficiales salvo la vida de 40,000 judíos, siendo reconocido como “Justo entre las naciones” por el Yad Vashem.
Teóricamente un campo de concentración es un centro de detención o confinamiento en donde se encierra a personas por su pertenencia a un colectivo genérico en lugar de por sus actos individuales, sin juicio previo ni garantías judiciales, aunque puede existir una cobertura legal integrada en un sistema de 
represión política… (https://es.wikipedia.org/wiki/Campo_de_concentraci%C3%B3n#cite_note-1).

Este tema en dicha guerra es muy poco tratado por las diversas distorsiones del mismo. Pero en su momento Honduras incluso afirmo falsamente que los salvadoreños estaban en esos campos para su propia protección.

Las informaciones de estos lugares se dice por diversas fuentes escritas y testimonios de los mismos salvadoreños detenidos en honduras, habían más de 15,000 salvadoreños detenidos en varios campos de concentración, bajo condiciones infrahumanas; estaban a la intemperie, sin agua potable o servicios sanitarios, no había atención médica, etc. Pero sus relatos además manifiestan que su dieta alimenticia era: 1 Plátano salcochado o un mango con chile, un pedazo de pan, taza de café y esta ración sólo se recibía una al día.  

De igual forma se manifiesta que aproximadamente existían 31 Campos distribuidos de la siguiente manera; “4 en Olancho, 5 en Yoro, 2 en Atlántida, 5 en Cortés, 2 en Comayagua, 1 en Intibucá, 2 en Colón, 1 en Choluteca, 1 en Tegucigalpa, 1 en Nacaome, 4 en Santa Bárbara, 2 en La Paz y 1 en Valle.  El 24 de agosto La Prensa Gráfica informaba de que aún permanecían en estos campos de concentración 1,0843 salvadoreños. Los campos que mayor número contaban a ese entonces eran: San Pedro Sula (Asociación de Ganaderos de San Pedro Sula) 2,604, Progreso con 1,466, Tela con 908, Choluteca con 513, Santa Bárbara con 803, La Ceiba con 812, Comayagua con 400, La Esperanza con 409, Juticalpa con 226, Catacamas con 101, Morazán con 261, Omoa con 294, Sonaguera con 275,  La Laguna con 250, Santa Rosa de Copán con 179, Macuelizo con 400, La Paz 204, Tegucigalpa con 459, y el resto con unos prisioneros que oscilaban entre los 5 y los 50”. (Guerra de legítima defensa El Salvador 1969).

El Salvador ante estos hechos, a través de su Cancillería protestó ante la O.E.A. por la situación inhumana que estaban pasando sus connacionales en territorio hondureño. El gobierno de ése país afirmó el 30 de agosto que ya no habían salvadoreños detenidos, lo cual posteriormente era desmentido por los compatriotas salvadoreños ya en El Salvador. Fue hasta finales de 1969 que esos lugares dejaron de funcionar.   

Nuestro país no escatimó palabras para señalar a Honduras como violador de los Derechos Humanos, desde mucho antes del 14 de julio  hasta el fin de la guerra. Lamentablemente el papel de los organismos internacionales no se hizo. Quedando demostrado que al final de la guerra son los más desprotegidos los que sufren las consecuencias.
Después de la guerra el gobierno salvadoreño declaraba que era el momento de recibir a los hermanos refugiados en una patria renovada, en la que encontrarían el trabajo que se les negaba en otros lados (Educación, 2009).  

Finalmente las normas internacionales establecen los procedimientos a seguir en la protección de la población civil civil y sus recursos en zonas de guerra. El capítulo IV de los Convenios de Ginebra ya define la protección humanitaria en caso de guerra.

Bibliografía
Educación, M. d. (2009). Historia 2, El Salvador. págs. 191-193.
Guerra de legítima defensa El Salvador 1969, W. (s.f.).
https://es.wikipedia.org/wiki/Campo_de_concentraci%C3%B3n#cite_note-1. (s.f.). Campo de Concentración.
Martínez Peñate, Ó. (s.f.). El Salvador: historia general. pág. 174.
PNUD 2005. (2005). Informe sobre Desarrollo Humano El Salvador .







martes, 13 de marzo de 2018

INJUSTA Y VISCERAL ACTITUD REVANCHISTA DE NUESTRA UNIVERSIDAD NACIONAL DE EL SALVADOR (UES), EN CONTRA LA INSTITUCIÓN QUE SE ESFORZÓ EN DARLE VIDA Y LA FORTALECIÓ DESDE SU CREACIÓN.




Recientemente en el rotativo de divulgación de la Universidad Nacional de El Salvador (UES), el Señor Rector Msc. Roger Armando Arias, da a conocer la propuesta en la sesión ordinaria del jueves 8 de marzo del Consejo Superior Universitario que; “Una de las solicitudes que le haremos prontamente al estado salvadoreño es el otorgamiento del Cuartel San Carlos a la UES como una forma de reparar los daños que sufrió la población universitaria y que sufrió esta Alma Mater” (http://www.eluniversitario.ues.edu.sv/, 2018).

Y que además manifiesta; “Esta es una de  las líneas de acción desarrolladas por la “Comisión Especial de Investigaciones sobre Ejecuciones Judiciales y Extrajudiciales Colectivas y las Desapariciones Forzadas de los Estudiantes del 30 de Julio de 1975 y de todas las violaciones a los Derechos Humanos desde 1970 hasta 1995”, nombrada por la rectoría de la UES”.

Sin pretender exonerar de los hechos acaecidos en nuestra Alma Mater, realizados por órganos de seguridad del Estado. También es cierto que nuestra Universidad se vio involucrada en acciones en contra la seguridad del Estado al alojar en su seno a personas relacionadas en hechos delictivos, como fue el caso en la época que se menciona, en donde estudiantes universitarios se organizaron en los movimientos insurgentes de la época, en manifestaciones en apoyo a las organizaciones terroristas. Y en un reciente hecho el caso José Mario Belloso Castillo del 5 de julio de 2006,  en donde el supuesto estudiante disparo con un arma de guerra en contra elementos de la PNC y como resultado se tuvo que lamentar la muerte de dos policías y heridos, quienes sólo cumplían con su deber.
No podemos cegarnos ante estos hechos, más ahora que lo que debemos buscar es la reconciliación y la paz y dejar esas rencillas ideológicas que solo muerte y destrucción nos han ocasionado. La historia de nuestra Alma Mater, desde su creación no ha sido fácil hasta llegar a consolidarse como uno de los mejores centros de enseñanza superior de nuestro país.
En los albores de la independencia de nuestra patria, ya se concebía su creación ante la necesidad de tener un centro de enseñanza superior como los que se conocían del Norte de América y Europa. El historiador salvadoreño don Jorge Lardé y Larín(Q.E.D), en su obra inédita “Francisco Malespín”, Capítulo VII Fundación de la Universidad, hace referencia a los primeros pasos en la creación de dicha institución; “…en el orden intelectual, los jóvenes de familias pudientes continuaron con sólo dos opciones viables para su educación académica: la Universidad de San Carlos de Borromeo (Guatemala) o la Universidad de León de Nicaragua. Ahora bien: si habían fallado momentáneamente las gestiones por alcanzar la independencia del Estado en el orden eclesiástico o religioso, con relación a la independencia, en el orden cultural: El Salvador necesitaba urgentemente fundar su Alma Mater y como anexo un colegio de segunda enseñanza”.
Pero es hasta el año de 1836 que el prócer Doctor Antonio José Cañas y el educador Presbítero Doctor Narciso Monterrey hacían gestiones, ante los cuerpos deliberantes, para que se procediera cuanto antes a la fundación de la universidad estatal en El Salvador. De esta forma es que se hacen gestiones ante la Segunda Asamblea Nacional Constituyente salvadoreña, que en su primer período sesionó del 23 de junio al 27 de julio de 1840, bajo la presidencia del Licenciado Manuel Barberena; y en su segundo, del 4 de enero al 19 de febrero de 1841, bajo la presidencia del Licenciado y General Juan José Guzmán, es que se insistió en la creación de tan grande centro de enseñanza.

Jorge Lardé y Larín, además manifiesta que; “Vuelto a sus lares el General Malespín – apunta el General Juan José Cañas—fue nombrado (acoto: el 16 de mayo de 1840) Comandante de las Armas del Estado, y desde ese momento se consagró con incansable tesón e insistencias casi apremiantes, a gestionar para que se fundase un Colegio de Segunda Enseñanza, preliminar y base de la Universidad Nacional, la idea fue acogida por el gobierno con extensivas manifestaciones de júbilo inspiradas por el patriotismo; pero su realización se vino aplazando de día en día a causa de la estrechez del erario: más por fin, ya cansado de promesas, en la Administración de don Juan Lindo, inaugurada el 8 de enero de 1841, se dirigió el ardoroso jefe al Despacho del Ejecutivo, diciendo al presentarse: “de aquí no saldré sin el decreto tantas veces mencionado”, ya sin más demora, “y si el acto en referencia no recomienda la subordinación del General Malespín, lo disculpa al menos el objeto que se tuvo en mira; y sin embargo no ha quedado sin cruel castigo, desde que de esa misma Universidad, fundada y sostenida por sus perseverantes esfuerzos han brotado sus más encarnizados detractores” (Larín, Inédito).

Es de esta manera que se funda en El Salvador el primer establecimiento de estudios superiores, a pesar de las convulsas condiciones políticas de la época. Siendo denominado como “Colegio de la Asunción”, bajo la dirección del sabio e íntegro sacerdote don Narciso Monterrey, quien supo formar muy honorables discípulos. Lardé y Larín hace referencia también al historiador José Flores Figeac, en plática y hermosa frase, expresó que el célebre guerrillero “arrancó con la punta de la espada” al Licenciado Juan Lindo “El Decreto de creación del primer colegio de enseñanza secundaria y de nuestro centro de cultura superior”.

Y señala que; “Reconocemos que tal medida ha contado con el apoyo nunca desmentido del General Francisco Malespín y podemos decir que con la apertura de esos planteles, ya no será necesario que nuestros jóvenes vayan, por ejemplo, a la Universidad de San Carlos de Borromeo, de Guatemala, a cosechar los triunfos académicos que aquí pueden obtener en iguales condiciones profesionales”.
Es por ello que el Gral. Francisco Malespín junto al Doctor Antonio José Cañas y al insigne educador Narciso Monterrey son considerados como; “los salvadoreños que más se esforzaron porque El Salvador contara con dos centros docentes de incuestionable e imprescindible importancia: el Instituto (Colegio de La Asunción) y la Universidad Nacional”.

Es así como el 16 de febrero de 1841, fecha memorable en los anales de El Salvador, la Asamblea Nacional Constituyente, presidida por el diputado General y Licenciado Juan José Guzmán, emitió el decreto que estatuyó:

“Art. 1º) Se establece en esta ciudad (de San Salvador) una Universidad y un Colegio de educación, al cual se destina el edificio material del convento de San Francisco, fundándose, por ahora, una clase de gramática latina y castellana, de Filosofía y de Moral, cuidando el poder Ejecutivo de ir estableciendo las más que corresponden a otros ramos científicos a proporción de los progresos que se hagan y del estado de los jóvenes educandos” (Larín, Inédito).

Según palabras del Dr. José Antonio Cevallos; “El General  Malespín influyó mucho en que se estableciera aquel plantel de educación pública” y fue siempre notorio “los grandes y constantes beneficios que hizo a la juventud estudiosa y necesitada, siendo él solamente Comandante General del Estado”.   

“Sin haber sido educado en las ciencias sociales – dice -, dio inequívocas muestras de amor a las luces y a la civilización; pues nadie negará que con sus providencias, caminando de acuerdo con los gobiernos de los Licenciados Juan Lindo y Juan José Guzmán, se afianzaron los débiles fundamentos de la Universidad salvadoreña”.

“Malespín en el Poder Supremo, concedió su protección a la juventud dándole becas en el Colegio Nacional, cuyo aprendizaje debe ser en lo futuro de grande utilidad a los pueblos del Estado”.

“Malespín, luego que se fundó el plantel universitario, tuvo la loable costumbre de ir muy seguido al Colegio de la Asunción, con el fin de indagarse sobre la marcha del establecimiento, y tener noticias de las necesidades que pudieran sobrevenir a los jóvenes agraciados con becas nacionales. Un día se le presentó el Tesorero don Isidro Viteri, y le dijo: “para mañana nada existe en cajas para el gasto de alimentación de los colegiales, y no sé qué arbitrio se adopte para conseguir los fondos que se necesitan”. A lo cual el Gral. Malespín replico; “Si la tesorería que usted, desempeña no tiene por ahora esos recursos, que de mi orden se tome el préstamo de mis soldados para emplearlo en el objeto que el señor Tesorero me indica, yo providenciaré lo conveniente para que la tropa se alimente (Larín, Inédito).

Justamente, Malespín tiene su más hermoso y legítimo timbre de honor y sello de inmortalidad en la fundación y supervivencia de la Universidad Nacional y el Colegio de “La Asunción” y en el hecho de que su nombre quede en la historia asociado a los del Doctor Antonio José Cañas y presbítero y Doctor Narciso Monterrey.

La Universidad y el Colegio, con motivo de la ruina de la ciudad capital en el año de 1854, se traslada a San Vicente. Pero en el año de 1859, se establecen  en San Salvador. Es bajo la administración del General don Gerardo Barrios y siendo Rector de la Universidad del doctor don Manuel Gallardo, la Universidad recibió una organización pujante. En 1860 el Gobierno hizo venir de Europa profesores competentes. Estimulada la juventud con premios concedidos al mérito, la instrucción hizo progresos.

Como salvadoreños debemos luchar por los intereses nacionales y no por los personales, ideológicos y políticos. Es sólo de esa manera que logramos un El Salvador más próspero y seguro para las futuras generaciones de compatriotas.