martes, 15 de septiembre de 2015

El Proceso de Independencia de El Salvador



Primer Grito de Independencia.1811



EL PROCESO DE INDEPENDENCIA DE EL SALVADOR.

CNEL.INF. DEM ADALBERTO ERNESTO GARCÍA RIVERA.

Artículo Publicado en la Obra; “Reflexiones del Bicentenario de la Independencia  de los Países Iberoamericanos”.

ESCUELA SUPERIOR DE GUERRA DE COLOMBIA


Introducción
Las causas y circunstancias de la Independencia de El Salvador vendrán a ser las mismas que las de otras colonias españolas en América. Si bien es cierto que la separación de España se da el 15 de Septiembre de 1821, en la Capitanía General de Guatemala, la Provincia de San Salvador diez años antes ya había izado su bandera libertaria, el 05 de noviembre de 1811. En donde los san salvadoreños son liderados por los patriotas José Matías Delgado, General Manuel José Arce, Mariano Lara, Domingo Antonio de Lara, los hermanos Nicolás, Manuel y Vicente Aguilar y Juan Manuel Rodríguez. A quienes hay que reconocerles el haber sido los paladines que junto al resto de los centroamericanos logran el 1º de Julio de 1823, la consolidación de la República con la creación de la República Federal de Centro América. Siendo el General Manuel José Arce, un salvadoreño, el primer Presidente de la misma. Los primeros pasos en libertad van a ser de convulsiones internas, entre conservadores y liberales, período el cual estuvo rodeado de luchas internas y fanáticas pasiones políticas. Ciclo que se cierra en mayo de 1838 con la Declaración del Congreso Federal de Centro América, mediante el cual autoriza a los Estados miembros a desvincularse del Pacto Federal de junio de 1824.
La historia política de Centroamérica, durante este período, es tormentosa, debido principalmente al ideal de un pueblo que ensaya su incipiente vivencia política en libertad y a los intereses mezquinos de liberales y conservadores. El Salvador, será el punto de apoyo de la bandera liberal, por su experiencia política en la vida de Centroamérica, pero además por su posición geográfica, la cual le ha ofrecido circunstancias excepcionales, motivo por el cual en el S-XIX, la vida centroamericana va a gravitar en función de El Salvador.
Los movimientos independentistas realizados a partir de 1811 en El Salvador, si bien es cierto como decimos al inicio, fue el resultado de la influencia de los movimientos llegados desde el Sur, también se debe considerar las reformas borbónicas y las influencias de otros países europeos, como lo manifiesta el canónigo Antonio García Redondo y los orígenes de la independencia centroamericana: un acercamiento de su influencia pública a partir del concepto de redes (1780-1810);
“En la realidad, hay que tener cuidado porque las ideas nuevas se difundieron en América Latina con una celeridad sorprendente. El historiador John Tate Lanning ha mostrado cómo América Central, influenciada por la presencia inglesa y francesa, fue una Región donde las Luces llegaron con fuerza.[1] Hacia 1780, estas ideas empezaron a hacer sentir sus consecuencias. Richard Konetzke lo había señalado en su estudio clásico sobre la época colonial en América Latina: en Guatemala, al final del siglo XVIII, un joven universitario recibía la misma enseñanza que su homólogo francés[2]. El reinado, prolífico en reformas, de Carlos III traía sus frutos. El pensamiento clásico dominado por la escolástica se estremeció. Los preceptos de Aristóteles fueron rechazados sin provocar mayor reacción en las élites locales de la ciudad de Guatemala como en las de Perú o de Nueva Granada”.






[1] John Tate Lanning, La Ilustración en la universidad de San Carlos, Guatemala: Editorial Universitaria,1976, pp. 103 y 528. Las ideas de los hombres que participaron en la difusión de las Luces en la Capitanía General de Guatemala son mejor conocidas que sus personalidades. Se escribieron rigurosas monografías sobre los hombres mas famosos aunque queda mucho por hacer. Por ejemplo, la mejor biografía sobre José Antonio Liendo y Goicoechea sigue siendo la de Lamadrid, Una figura Centroamericana (Dr. Fr. José Liendo y  Goicoechea. O. F. M.), Ediciones Tipografía La Unión, Dutríz Hermanos, San Salvador, El Salvador, 1948.
[2] Richard Konetzke, América Latina. II La época colonial, Siglo XXI Editores, México. 1993, p. 316.


Primer Grito de Independencia, 5 de Noviembre de 1821.
La emancipación centroamericana del Reino español tardó en consolidarse cerca de trescientos años de dominación. Para entonces, el turno en adversidad tocó a España. Durante los primeros años del Siglo XIX, la monarquía sufrió la cruel embestida de la Guerra: Napoleón y los franceses invadieron la comarca y mantuvieron cautivo en Bayona, al Rey Don Fernando VII; mientras tanto, en América,  los gobiernos legales amenazaron con sustituir al Reino.

El precedente fue la hazaña norteamericana, donde los Estados Unidos lucían su flamante congreso y hacían gala de la Carta de los Derechos del Hombre. Poco después, las lecciones de democracia de la Revolución Francesa infundieron en el resto de América, los anhelos de libertad.
Con el correr de los años México se constituyó en República y en los Andes, Bolívar conquistó la libertad para las repúblicas del sur. La situación alcanzaba su madurez en el istmo centroamericano, sobre todo por el atraso desarrollo que persistía o mejor dicho, agravada a raíz del quebrantamiento del reino de España.
El germen de la autonomía e independencia surgió en la provincia de San Salvador. En ella aconteció la Primera Conspiración en 1811, mismo año en que arribó al Reino de Guatemala el Brigadier don José de Bustamante y Guerra, famoso por sus persecuciones a los caudillos independentistas de Montevideo. Teniendo como colaborador el arzobispo electo de Guatemala, Fray Ramón Cassaus y Torres, quien se unió a sus propósitos y al ejercicio del poder: Fórmula colosal en contra de la independencia. No obstante, la curia de San Salvador abrazó el proyecto de emancipación.
La disciplina eclesiástica no socavó los planes insurgentes del Presbítero y Dr. José Matías Delgado, de los Padres Aguilar ni de otros curas menos conocidos como don Mariano de Lara. Más bien, sus nobles esfuerzos se sentían fortalecidos al unírseles los de don Manuel José Arce, Pedro Pablo Castillo, Juan Manuel Rodríguez y otros espíritus libertadores que se proponían deponer a las autoridades coloniales, apoderarse de los elementos bélicos, sublevar a toda la provincia e iniciar un movimiento revolucionario en todo el Reino de Guatemala.
El 5 de noviembre de 1811, todo estaba decidido, los insurgentes tomaron las armas de la Casamata[1] y depusieron al intendente don Antonio Gutiérrez y Ulloa y a otros españoles que ejercían el poder. La administración de San Salvador estaba ahora en manos de los criollos. Aún a sabiendas de que la represión, por parte del Capitán General, era inminente sobre ellos.
El entusiasmo y apoyo al levantamiento fue notorio en las poblaciones de Zacatecoluca, Chalatenango, Usulután y Metapán. No así en San Vicente, Sonsonate, Santa Ana y sobre todo San Miguel, quienes lejos de respaldar el movimiento, renovaron su juramento de lealtad y vasallaje a la Corona, alistaron sus tropas y estuvieron listas esperando la llegada del Capitán General Bustamante y Guerra.



[1]La Casamata era el almacén de guerra o  casa de armas de la corona y estaba ubicada donde actualmente se encuentra el Comando de Apoyo Logístico de la Fuerza Armada de El Salvador.

Sin embargo, Bustamante y Guerra actuó hasta conversar con el Ayuntamiento de Guatemala, cuya sugerencia vital fue: buscar la pacificación a través de la persuasión y de la conciliación. La astucia de los representantes de la Capitanía General, del Ayuntamiento y del Arzobispado de Guatemala, señores don José de Aycinena y don José María Peinado, logró su objetivo y disuadieron a los pueblos de apoyar a los insurgentes. El amor y fidelidad por el monarca renació de repente y derribó en un mes, el nuevo gobierno instaurado en San Salvador. La dominación española venció al entusiasmo patriótico. Los próceres fueron enjuiciados y enviados a prisión, sin embargo sus sueños de libertad permanecían encendidos. Las autoridades guatemaltecas, posteriormente en un acto de moderación, les otorga un indulto generalizado y olvido de lo acontecido.
Un año más tarde, los días 8 y 9 de noviembre de 1812, se promulga y jura, en San Salvador, la nueva Constitución Liberal, escrita en términos de igualdad para las provincias, pero lamentablemente para el Capitán General Bustamante y Guerra, constituían letra muerta, quien hacía prevalecer su autoridad militar.

Segundo movimiento Independentista, 1814.

La insatisfacción se transformó nuevamente en conspiración y el pueblo se amotinó contra la monarquía el 24 al 27 de enero de 1814, pero esta vez las fuerzas de la corona se encontraban debidamente preparadas  para enfrentar y vencer a los sediciosos. Las armas y entrenamiento de las fuerzas reales eran superiores a las del pueblo que debió evitar la matanza a través de una pronta retirada.
            La capitanía General actuó con dureza extrema contra los conspiradores, quienes fueron perseguidos, encarcelados, torturados y procesados con crueldad. Los patricios padecieron duros sometimientos. Manuel José Arce guardó prisión por los siguientes cinco años; Santiago José Celis se ahorcó en su celda del Cuartel del Batallón del Fijo (hoy Plaza Morazán, San Salvador);Pedro Pablo Castillo huyó a Jamaica donde falleció abandonado, los hermanos sacerdotes Manuel, Vicente y Nicolás Aguilar, Miguel Delgado, hermano de José Matías, Juan Manuel Rodríguez, Juan Aranzamendi, Domingo Antonio de Lara y Mariano Fagoaga. Se les dio persecución y confinamiento por orden del Capitán General Bustamante y Guerra.
Con estos crueles acontecimientos, los movimientos libertarios parecían haber desaparecido por completo. Sin embargo, en los meses de agosto y principios de septiembre de 1821, las presiones por la independencia de Centro América crecieron nuevamente. Las principales ciudades de Chiapas, al occidente del Istmo acordaron, en cabildo abierto, independizarse de España y unirse al imperio Constitucional de México creado por el Plan de Iguala e invitaban a las demás  ciudades de la Región a seguir su ejemplo. Será entonces que estos sucesos allanarán la ruta hacia la independencia absoluta de España, por lo que, las guerras de México y las luchas del rebelde José María Morelos tendrán gran influencia en los sucesos de San Salvador.

Día de la Independencia Centroamericana. 15 de Septiembre de 1821.

      Ciertamente como se ha venido diciendo, el Plan de Iguala mexicano de 1821, va a venir a incidir en la aceleración de la declaración de independencia, en la cual el modelo de sistema político anhelado será la Monarquía Constitucional, considerada en aquel momento la forma de gobierno ideal.
      Es de esta forma que el Capitán General, brigadier Gabino Gaínza, convoca a una Junta de Notables el sábado 15 de septiembre de 1821, a las ocho de la mañana, con el propósito de estudiar la situación de las provincias. Siendo invitados al mismo tiempo, los miembros de la Diputación Provincial, entre quienes figuraba el Presbo. y Dr. José Matías Delgado, una comisión del Ayuntamiento, el ilustrísimo Arzobispo, Monseñor Ramón Cassaus, los Magistrados de la Real Audiencia y otros eminentes personajes de la época, acompañados además por el pueblo  que se encontraba reunido en los alrededores del Palacio de Gobierno de Guatemala.
       Los guatemaltecos en una forma hábil y rápida, firman el Acta de Independencia, con el fin de seguir controlando las provincias del Reino de Guatemala. En primer lugar esta acta declaraba la ruptura con el gobierno español, ya que era una de las peticiones de los diversos cabildos de varias provincias.
Además, proponía la conformación de un Congreso compuesto por delegados de los pueblos para que determinaran la forma de gobierno y elaboraran la Ley Fundamental del nuevo Estado (Art.1-2), es importante resaltar que este es una de las diferencias con las actas de Independencia en Hispanoamérica, “aquí no se define el sistema político a seguir”. 
Al final, la firma del Acta de Independencia va ser una medida política que pretendía continuar manteniendo el control de las provincias, pero que éstas lo entendieron como un mecanismo para liberarse no sólo de España, sino de la Capitanía General de Guatemala.
Entre las opiniones de los asistentes, el Dr. José Cecilio del Valle expresó que los pueblos del Istmo aún no estaban preparados para gobernarse por sí solos, otros lo apoyaron diciendo que debía esperarse el resultado final de México. No obstante el presbítero y doctor José Matías Delgado sostenía enérgicamente la necesidad de proclamar, aquel mismo día, la independencia definitiva de España y también de México, es decir, la absoluta libertad y en ello le apoyaron oidores, diputados, miembros del colegio de abogados, clérigos y otros funcionarios y por supuesto, el pueblo.
La cuestión no podía esperar más, la mayoría de los asistentes propugnaban por la libertad y ese día se proclamó la independencia de Centro América que estuvo sellada por la originalidad. No fueron necesarias las acciones épicas ni las  pasiones heroicas, su característica fue su gran sentido práctico, pragmático y de ejemplar sensatez. La independencia Centro Americana no experimenta sangrientas revoluciones sino procesos pacíficos.
Para mientras se elegían a los  representantes del Congreso de la nueva Nación, las autoridades que habían regido los destinos de Centro América en representación de la Corona continuaron mayoritariamente desempeñando puestos gubernamentales y disfrutando de consideraciones especiales,  siempre y cuando adoptaran el nuevo régimen y rindieran juramento a la independencia.
Los acuerdos tomados en Guatemala ese 15 de Septiembre se hicieron del conocimiento de los gobiernos de las provincias.
En San Salvador la independencia fue jurada con toda solemnidad, el 29 de septiembre siguiente. Todo fue regocijo y entusiasmo pues parecía haber llegado los tiempos de verdadera paz y desarrollo propio. Sin embargo, la larga costumbre de ser parte de un gobierno externo y más desarrollado, inclinó a muchos a pensar en que era la hora de formar parte de otra Nación, la hora de anexarse al imperio mexicano de Iturbide.

Consolidación de la Independencia Absoluta, Guerra contra el Imperio mexicano.

Las luchas no se hicieron esperar, el mensaje era claro “Aceptar o rechazar la anexión a México”. Por su parte el Emperador Iturbide, envía tropas mexicanas para someter la rebelde provincia “del Salvador”, a cargo del Brigadier mexicano don Vicente Filísola, la campaña fue sumamente cruenta. Por su parte el pueblo salvadoreño era defendido por el Sr. General Manuel José Arce, quien comandaba el bisoño Ejército salvadoreño, lamentablemente cae gravemente enfermo y los salvadoreños son sometidos el 9 de febrero de 1823. Sus autoridades fueron obligadas a jurar obediencia al emperador Iturbide.[1]
Dado que en aquel entonces las noticias no viajaban tan rápido,  Filísola  no conoció oportunamente dos detalles que habrían evitado su agresión a San Salvador: primero, que el Congreso  de la  Provincia de San Salvador, compuesto por 32 diputados  había acordado, “con condiciones”, su anexión al Imperio mexicano;  y segundo, que las fuerzas republicanas de México derrotaron al emperador Iturbide el  1º de febrero de 1823.  Al enterarse,  Filísola se regresó a  Guatemala el 7 de marzo.[2]
Posteriormente a su gravedad, Arce partió hacia Estados Unidos por unos meses. Allá se encontraba cuando fue elegido miembro del Poder Ejecutivo Nacional  de Centro América en unión del licenciado Don José Cecilio del Valle. Llegó  a Guatemala  en marzo de 1824 y tomó posesión de su cargo.

Creación de la República Federal de Centroamérica, 1º de Julio de 1823.

En los principios de la independencia de Centro América, imperaba una situación política inestable que tambaleaba entre los dos bandos políticos destacados en ese entonces: el partido Liberal y el Conservador. El primero, estaba compuesto por un gran número de rebeldes a la monarquía y abogaba por la libertad de pensamiento, imprenta, comercio y por separar a la Iglesia del Estado.  Este partido se sentía apasionado por hacer de Centro América una república fuerte y pujante. De hecho, fue el gestor de la forma de gobierno “Federal”.
El partido “Conservador”, apodado por los Liberales como los “Serviles”, “Retrógrados” y “Aristócratas” estaba formado por la aristocracia de la época, que había experimentado el infortunio de perder sus privilegios como representantes del poder,  y de ser despojados de las mejores tierras y medios de producción de ese entonces. Este partido quería recuperar los bienes y posiciones perdidas y por lo tanto, un gobierno con remanentes monárquico de tipo “Centralista”, es decir, una república que albergara el poder en Guatemala  y unos departamentos que siguieran acatando tales autoridades, asociadas ampliamente con la Iglesia Católica. Tal disparidad de opiniones llegó a ser el germen de las más intrigantes y encarnizadas luchas.
            Llegaron las elecciones del Supremo Poder Ejecutivo de la República Federal  que fueron ganadas con 41 de los 82 votos constitucionales, por el licenciado Don José Cecilio del Valle. Este ilustre abogado era poco querido por los conservadores, de quienes había denunciado sus abusos. Arce alcanzó los 34 votos. Pero aduciendo que ninguno había alcanzado una mayoría absoluta de 42 votos, debía ser el Congreso quien resolviera, en segundas elecciones, al gobernante de la Federación. La Primera Magistratura fue depositada en Arce. Ante la renuncia de José Cecilio del Valle y posteriormente de José Francisco Barrundia, la Vicepresidencia fue designada en manos de Don Mariano Beltranena. Ambos tomaron el Poder Federal el 29 de abril de 1825.
Se libraron otras batallas por la instauración y mantenimiento de una adecuada administración estatal y, finalmente, con el deseo de obtener un verdadero poder que respaldase la independencia de los Estados se conformó la República Federal de Centro América.
            Pero la Federación no rindió los resultados esperados. El Presidente Arce, un hombre con excelente formación y principios, quien creyó que lo mejor para los Estados era establecer las bases de armonía y democracia que permitieran la satisfacción de todos los intereses partidistas de aquel entonces, lo cual no fue así.
En un inicio, el General Arce era obviamente del partido Liberal. Al convertirse en Presidente pensó que lo correcto era abandonar el partidismo y proporcionar igualdad de oportunidades para todos. Por tanto, halagó a ambos partidos. Los Liberales lo consideraron traidor; se disgustaron con él y lo perjudicaron  cuanto les fue posible. Entre tanto, los conservadores lo consideraron débil, se propusieron atraerlo hacia ellos, le impusieron sus condiciones y lo instrumentalizaron a su conveniencia.[3]
Por asuntos de tradición en el mando, se dispuso como sede del Gobierno la Capital guatemalteca. Aquí proliferaban los conservadores quienes no perdían la oportunidad de manosear el poder en su beneficio. Sucedió lo lógico, Arce cayó en desgracia con los de su partido y los conservadores no lo acogieron con sinceridad en el seno del suyo.
De ahí que el Gobierno Federal  nunca tuviera el éxito y el poder que le debió caracterizar, sino más bien se constituyó en motivo de continuas y sangrientas luchas entre los Estados de la Federación. De acuerdo a la opinión del historiador nicaragüense José Dolores Gámez; “El fracaso del Gobierno Federal se debió, entre otras cosas, a que era producto de un partido exaltado que adoptó como Constitución Federal una copia de la de los Estados Unidos, pero con modificaciones defectuosas; creó un Poder Ejecutivo impotente, un Congreso demasiado absoluto en sus poderes, mientras el Senado que debía formar otro cuerpo muy importante en el Gobierno, casi nunca existió y fue siempre nulo”.
Gámez también opina que el Presidente de la Federación, Arce, quien “siendo nuevo en la cosa pública, sobre todo de esa altura, no tuvo el tino ni la energía que demandaban las circunstancias del país. Arce se inclinó hacia la buena democracia y en lugar de adoptar las tendencias exclusivamente liberales del partido que lo había impuesto, decidió practicar una política nacional que contemporizara con todos, pero que no quedó bien con nadie”.
Arce pretendía mantener un sistema de gobierno democrático, pero las circunstancias hacían parecer que su deseo era el de reinstalar el régimen conservador asiduo a la monarquía. En su país, El Salvador y en Honduras,  predominaban los liberales y el General Arce debió afrontar diferentes desacatos a su autoridad por parte de las autoridades de ambos estados.
Entre las sanciones a los desacatos de la autoridad federal aconteció que el 5 de septiembre de 1826, el Presidente Arce mandó a prisión al Jefe estatal de Guatemala Don Juan Barrundia. Asunto que celebró la ciudadanía. El  Vicejefe, Dr. don Cirilo Flores quedó a cargo, pero rehusó proseguir conforme a la ley, al igual que los diputados de la Asamblea. Este órgano presionó a Flores para instalar su gobierno en Quetzaltenango. La decisión tuvo un saldo fatal. Los ciudadanos de esa Villa eran irremisiblemente conservadores y el 13 de octubre asesinaron al Presidente en Funciones. También persiguieron y lesionaron a algunos de los diputados. La Asamblea quedó disuelta por decisión de sus miembros.
Para solucionar el problema  el Presidente Federal decidió emitir dos decretos en las fechas  10  y 31 de octubre de 1826 que, en síntesis, convocaban un Congreso Nacional Extraordinario, sobre todo para evitar los abusos de autoridad e incumplimiento de la Carta Magna sucedidos hasta entonces.  Por otra parte, daría mayor representatividad a los Estados de El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica que, hasta ese momento, habían sido desplazados por Guatemala en proporción de 17 a uno o dos representantes[4] .  A los políticos de aquel entonces no les convenía entenderlo  y los decretos fueron considerados inconstitucionales, bajo la tesis de que sólo el Senado tenía facultad para emitirlos.
El ejercicio presidencial acumulaba constantemente hechos y desórdenes conducentes a la  guerra civil.

Nuevos actores a escena.

El 6 de diciembre del mismo año 1826, el Jefe Depositario del Estado salvadoreño era  don Mariano Prado y, quien estaba en total desacuerdo con el decreto del 10 de octubre de ese mismo año. El presidente salvadoreño motivó a los cinco Estados,




[1] Bustamante Maceo, Gregorio. HISTORIA MILITAR DE EL SALVADOR. Imprenta Nacional 2ª Ed. 1951. El Salvador. p.21.
[2] Vidal, Manuel. NOCIONES DE HISTORIA DE CENTRO AMÉRICA. Ed. Universitaria. Sexta Edición. El Salvador. Pgs. 124 y 126.
[3] Autor reseñado por García, Miguel Angel. DICCIONARIO HISTÓRICO ENCICLOPÉDICO DE LA REPÚBLICA DE EL SALVADOR. Tomo II  Tipografía La Luz. 1928. San Salvador. Pág. 234.
[4] García, Miguel Angel. DICCIONARIO HISTÓRICO ENCICLOPÉDICO DE LA REPÚBLICA DE EL SALVADOR. GRAL MANUEL JOSÉ ARCE Tomo III  1ª Ed. 1945. El Salvador. Págs. 384 y 385. 

de la Federación a restablecer el orden constitucional de la República.[1] El Congreso de El Salvador  convino en desconocer al Presidente Arce y el Ejército Salvadoreño invadió Guatemala el 23 de marzo de 1826 con el objeto de restablecer las autoridades depuestas, pero dichas fuerzas son derrotadas por el General Arce en la Hacienda de Arrazola sobre el camino a la capital Guatemalteca.
El Presidente Arce, con la intención de hacer prevalecer la autoridad federal, se puso al mando de sus tropas y avanzó hasta llegar a la Capital salvadoreña.  El 18 de mayo atacó San Salvador por el lado de Milingo[2], pero la zona estaba bien fortificada por las tropas salvadoreñas y las fuerzas federales fueron derrotadas. El resentimiento entre sus compatriotas por haber atacado su tierra natal lo acompañó hasta su muerte.
Simultáneamente a estos hechos, el Jefe de Estado hondureño había caído enfermo y lo sustituía en el poder el Vice Jefe, Don Dionisio Herrera, quien también se unió a la excitativa salvadoreña y dictó similar acuerdo. Una facción de las tropas federales, a las órdenes del Coronel Justo Milla, fue enviada a Honduras a combatir a quienes se ensañaban contra el Gobierno Federal. La ciudad de Comayagua fue sitiada el  4 de abril de 1827. El Jefe depositario Herrera fue depuesto de su cargo y enviado a prisión en Guatemala. El Secretario General del Jefe Herrera, el ciudadano  Francisco Morazán huyó a Tegucigalpa a reclutar 200 hombres con los que pretendió auxiliar Comayagua, pero fue aprehendido en el camino. Después de 28 días de prisión escapó hacia Nicaragua.
Fue hasta el 10 de noviembre de 1827 que el General Francisco Morazán, con una pequeña columna provista por Nicaragua, logra oponerse al Coronel José Justo Milla, quien sostenía el gobierno de ese Estado como Comandante de la División del Ejército Federal en Honduras. Los federales, no pudieron contener el ataque y Milla huyó hacia Guatemala con el resto de su tropa. Por lo que Morazán se dirigió a Comayagua a reorganizar las autoridades, completamente acéfalas y asumir por ley, la Jefatura del Estado como  Presidente del Consejo Representativo[3].
A partir de su nuevo cargo político Morazán manifestó notoriamente su condición de liberal  e inició  las luchas en favor de la verdadera independencia de los Estados centroamericanos.  Su primera misión era apoyar al Vicejefe Mariano Prado de El Salvador, quien había admitido en sus filas, como Comandante General de las Armas[4] al ciudadano Rafael Merino, expulsado de Colombia por conspirar contra Bolívar.
Hechos posteriores dan cuenta de las victorias militares del Gral. Francisco Morazán, quien derrota a las tropas federales, llegando hasta Guatemala para deponer al Presidente Federal, y al mismo tiempo es nombrado como Presidente Federal de Centro América.

Reflexiones Finales: La integración centroamericana un sueño sin concretar.
La Independencia tuvo diversas consecuencias, para las provincias centroamericanas:
1.         La unión de Chiapas, al Estado mexicano,
2.         Honduras; las provincias en disputa; Comayagua y Tegucigalpa, solventaron sus disputas;
3.         En Nicaragua quedan dos élites enfrentadas, León y Granada.
4.         La élite guatemalteca pierde su poder sobre el resto de Centroamérica.
5.         Costa Rica se convierte en Estado y se desprende de Nicaragua.
6.         El Salvador se convierte en Estado y se desprende de Guatemala, al separarse de Guatemala, amplia su territorio al incorporar a Sonsonate.
      Los próceres de Centro América, especialmente los salvadoreños[5], no encendieron hogueras revolucionarias, sino buscaban la paz y la armonía a través de un desarrollo liberador inteligente, donde triunfó la cordura y el genio sobre la improvisación.
La crisis política monárquica española (1808-1821) fue el momento propicio para que el clero y cabildo sansalvadoreño, jugando bajo las reglas constitucionales, apoyaran la creación de un gobierno autónomo, una diputación provincial. Desde esta instancia primero, luego con una junta gubernativa, y que luego se procedió a organizar el Estado y la mitra.

     Los actores políticos de la época; el Estado salvadoreño, clero y municipios, se unen para enfrentar a Guatemala, quien mantenía su deseo de recuperar por todos los medios posibles su antiguo territorio. El enfrentamiento con los guatemaltecos fue un factor que contribuyó en la unidad interna de El Salvador y en la construcción de una identidad propia.
El ideal unionista ha seguido vivo entre los pueblos centroamericanos. Por su parte la integración  de la gran Patria Centroamericana es aún la aspiración de la mayoría de los salvadoreños. El Salvador, perseverante a su vocación unionista a lo largo de su existencia ha proclamado y evidenciado, su aspiración concreta de todos los ciudadanos, al consignar la esperanza de unificación nacional como precepto constitucional. Es así como en el Artículo 89 de nuestra Carta Magna, se establece que “…alentará y promoverá la integración humana, económica, social y cultural con las repúblicas americanas y especialmente con las del istmo centroamericano…También propiciará la reconstrucción total o parcial de la República de Centro América, en forma unitaria, federal o confederada, con plena garantía de respeto a los principios democráticos y republicanos y de los derechos individuales y sociales de sus habitantes…”.
     Centro América desde su Independencia a partir de 1821, fue conformada por pequeñas provincias, sin una infraestructura financiera capaz de sostener sus débiles economías, con alto grado de analfabetismo, y la indiferencia y desidia de los pocos españoles (peninsulares o criollos). Esta incipiente generación de cinco estados débiles, sumidos en profundas divisiones internas por causas ideológicas y sin un aparato gubernamental capaz de darles estabilidad, produjo todos los males y desgracias que por decenios fue el pan de cada día del pueblo centroamericano. 
     En esta coyuntura, los pocos estadistas que soñaban con una Centro América grande, respetable y progresista, se dedicaron con todas sus energías -a pesar de sufrir incomprensión y odio-  a impulsar el sistema que, desde su propia óptica, representaba la esperanza de dotar a la novel Nación de un gobierno fuerte y equilibrado; entre ellos están los generales Manuel José Arce y Francisco Morazán, así también el sabio José Cecilio del Valle.
   Tres grandes patriotas llegaron a ser, en diferentes períodos, presidentes de las Provincias Unidas del Centro de América, queriendo consolidar el sistema federativo; primeramente Manuel José Arce, cuyos ideales lo llevaron a vivir una de las más intensas epopeyas en  favor de la unidad centroamericana, que fue malograda por la intriga y ambición de sus mismos correligionarios del Partido Liberal, que no supieron comprenderlo ni estar a la altura de las circunstancias históricas de la post independencia;  luego Francisco Morazán, quien realizó una cruzada de corrección de las políticas realizadas por su antecesor, pero lamentablemente se condujo de manera radical con los sectores moderados, lo cual profundizó las grietas de la división, volviendo imposible mantener viva a la escurridiza Federación. Finalmente José Cecilio del Valle, eminente filósofo, orador y escritor, que convencido de la futilidad del sistema federativo que se imponía sobre el pueblo centroamericano, intentaba convencer a sus contemporáneos de la necesidad de diseñar un gobierno centralista y unitario, que condujera paulatinamente a la madurez política de este conglomerado, mayoritariamente analfabeta e indisciplinado y con una minoría ilustrada pero indiferente, apática y ambiciosa.
    De todas formas, la suerte estaba echada, y durante todo el Siglo XIX se sucedieron conflictos bélicos que sembraron la muerte y la anarquía en todas las secciones divididas de lo que fue el Reino de Guatemala, habiéndose sellado la división política de sus provincias, cuando para 1850, todas ellas habían asumido por decreto, su soberanía e independencia unas de otras.
    Así, el anhelo ferviente de unidad política, de los patriotas que con abnegación y valor conquistaron la independencia de Centro América, conjurando el peligro anexionista de México con creativas y audaces gestiones diplomáticas[6] y la resistencia heroica de los pueblos de San Salvador y San Vicente, quedó definitivamente truncado al morir la anhelada Federación centroamericana, la cual, a pesar de algunos intentos repetitivos y fracasados de lograrla por las vías políticas y/o militares, en los Siglos XIX y XX, definitivamente se había vuelto una utopía.

    Finalmente, en la conmemoración de los Bicentenarios en Iberoamérica se deben considerar; en primer lugar debe constituirse como una oportunidad para generar de forma compartida un ejercicio de conocer el pasado, entender el presente y mirar hacia el futuro. Para lo cual se debe promover un trabajo participativo de toda la sociedad dentro de un diálogo que permita superar las diferencias locales, nacionales y regionales en un marco de respeto y acercamiento mutuo.
    En segundo lugar, se debe de conmemorar, ya que el mismo permite no sólo recuperar la memoria histórica y recordar a las personas y grupos que participaron en este proceso histórico, sino también ubicarlos en el presente para evaluar cuáles fueron los frutos de este proceso y qué es lo que falta aún por realizar.
   En tercer lugar, este conocimiento debe mantener una visión crítica de las ideas, los hechos y conflictos que se generaron durante el proceso de independencia, deben servir de base para una reflexión sobre el presente y una proyección hacia el futuro. Desde esta perspectiva se debe plantear de forma compartida el análisis del proceso en que se produjeron tanto formas de extrema violencia como opciones para pensar en formas nuevas de convivencia. Por lo que se debe investigar y plantear nuevas rutas en la comprensión del proceso independentista, éste  debe ser socializado y aprehendido por el conjunto de la población y debe manifestarse en la educación y en la vida de las personas. Es fundamental que frente al reconocimiento de la violencia que implicó estos procesos, en algunos casos, se promueva una cultura de paz y el fortalecimiento de formas pacíficas de resolución de conflictos.


Bibliografía:
 1.   Lardé y Larín, Jorge, Historia de Centro América.
2. Lardé y Larín, Jorge. TOPONIMIA AUTÓCTONA DE EL SALVADOR CENTRAL. Ediciones del Ministerio del Interior. El Salvador. 1976. Pág.257.
3. Avendaño Rojas, Xiomara. La declaración de independencia de Centroamérica. Interpretación y desenlace para El Salvador, Universidad de El Salvador.



[1] Vidal, Manuel. Ob. Cit. Pág.139.
[2] Milingo. Cantón y caserío, a 600 Mts. de altura y a 2 Kms. al norte de Ciudad Delgado. Lardé y Larín, Jorge. TOPONIMIA AUTÓCTONA DE EL SALVADOR CENTRAL. Ediciones del Ministerio del Interior. El Salvador. 1976. Pág.257.
[3] Becerra, Longino. EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE HONDURAS.  Ed. Baktun. Honduras. 1994. Pág. 106
[4] García, Miguel Angel. DICCIONARIO HISTÓRICO ENCICLOPÉDICO DE LA REPÚBLICA DE EL SALVADOR. Tomo II 1ª Edc. El Salvador. 1928. Pág. 324.
[5]Presbítero y Doctor José Matías Delgado (1767-1833), Presbítero y Dr. Nicolás Aguilar (1742-1818), Presbítero Vicente Aguilar (1746-1818), Presbítero y Dr. Manuel Aguilar (1750-1819),          Don Bernardo José de Arce y de León (1754-1812), Don Juan Manuel Rodríguez (1771-1837), General Manuel José Arce y Fagoaga (1787-1847), Don Domingo Antonio de Lara (1783-1840), Don Pedro Pablo Castillo (1780-1817), Presbítero Mariano Antonio de Lara (1774-1843), Don Leandro Fagoaga. Don Miguel Delgado. Dr. Antonio José Cañas (1885-1844), Presbítero Miguel José Castro y Lara (1788-1829), Don Mariano Fagoaga (1767-1837), Presbítero y Dr. José Mariano Calderón (1778-1826), Don Juan de Dios Mayorga, Don Justo Zaldívar, Presbítero y Dr. José Simeón Cañas y Villacorta, Don Juan Vicente Villacorta (1764 – 1828), Doña María Felipa Aranzamendi (1792-1845), Doña Manuelita Arce, Presbítero y Dr. Manuel Antonio de Molina (1772-1827),  Presbítero y Dr. Angel María Candina (1892-1837), Presbítero y Dr. Isidro Menéndez (1795-1858), Señorita María Feliciana Miranda y Señorita Manuela Miranda, Don Juan Aranzamendi, Don Gregorio Melara, Dr. Santiago José Celis..

[6] El 8 de junio de 1823, llegaron a Boston, Massachusetts, EE.UU., los delegados salvadoreños Tte. Cnel. Rafael Castillo, Cnel. Manuel José Arce, Juan Manuel Rodríguez y Tte. Cayetano Bedoya, a solicitar a las autoridades de aquella nación, la incorporación de El Salvador a la Unión Norte Americana. Pág. 341. Diccionario Histórico-Enciclopédico de la República de El Salvador. Tomo I. García, Miguel Ángel.     







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