Artículo Publicado en la Obra; “Reflexiones del Bicentenario de la Independencia de los Países Iberoamericanos”.
ESCUELA
SUPERIOR DE GUERRA DE COLOMBIA
Introducción
Las
causas y circunstancias de la Independencia de El Salvador vendrán a ser las mismas
que las de otras colonias españolas en América. Si bien es cierto que la
separación de España se da el 15 de Septiembre de 1821, en la Capitanía General
de Guatemala, la Provincia de San Salvador diez años antes ya había izado su
bandera libertaria, el 05 de noviembre de 1811. En donde los san salvadoreños son
liderados por los patriotas José Matías Delgado, General Manuel José Arce,
Mariano Lara, Domingo Antonio de Lara, los hermanos Nicolás, Manuel y Vicente
Aguilar y Juan Manuel Rodríguez. A quienes hay que reconocerles el haber sido
los paladines que junto al resto de los centroamericanos logran el 1º de Julio de
1823, la consolidación de la República con la creación de la República Federal
de Centro América. Siendo el General Manuel José Arce, un salvadoreño, el
primer Presidente de la misma. Los primeros pasos en libertad van a ser de
convulsiones internas, entre conservadores y liberales, período el cual estuvo
rodeado de luchas internas y fanáticas pasiones políticas. Ciclo que se cierra
en mayo de 1838 con la Declaración del Congreso Federal de Centro América,
mediante el cual autoriza a los Estados miembros a desvincularse del Pacto
Federal de junio de 1824.
La historia política de
Centroamérica, durante este período, es tormentosa, debido principalmente al
ideal de un pueblo que ensaya su incipiente vivencia política en libertad y a
los intereses mezquinos de liberales y conservadores. El Salvador, será el
punto de apoyo de la bandera liberal, por su experiencia política en la vida de
Centroamérica, pero además por su posición geográfica, la cual le ha ofrecido
circunstancias excepcionales, motivo por el cual en el S-XIX, la vida
centroamericana va a gravitar en función de El Salvador.
Los movimientos independentistas
realizados a partir de 1811 en El Salvador, si bien es cierto como decimos al
inicio, fue el resultado de la influencia de los movimientos llegados desde el
Sur, también se debe considerar las reformas borbónicas y las influencias de
otros países europeos, como lo manifiesta el canónigo Antonio García Redondo y
los orígenes de la independencia centroamericana: un acercamiento de su
influencia pública a partir del concepto de redes (1780-1810);
“En la realidad, hay que tener cuidado porque
las ideas nuevas se difundieron en América Latina con una celeridad
sorprendente. El historiador John Tate Lanning ha mostrado cómo América
Central, influenciada por la presencia inglesa y francesa, fue una Región donde
las Luces llegaron con fuerza.[1] Hacia 1780, estas ideas empezaron a hacer
sentir sus consecuencias. Richard
Konetzke lo había señalado en su estudio clásico sobre la época colonial en
América Latina: en Guatemala, al final del siglo XVIII, un joven universitario
recibía la misma enseñanza que su homólogo francés[2]. El reinado, prolífico en
reformas, de Carlos III traía sus frutos. El pensamiento clásico dominado por
la escolástica se estremeció. Los preceptos de Aristóteles fueron rechazados
sin provocar mayor reacción en las élites locales de la ciudad de
Guatemala como en las de Perú o de Nueva Granada”.
[1]
John Tate Lanning, La Ilustración en la
universidad de San Carlos, Guatemala: Editorial Universitaria,1976, pp. 103 y 528. Las ideas de los
hombres que participaron en la difusión de las Luces en la Capitanía General de
Guatemala son mejor conocidas que sus personalidades. Se escribieron rigurosas
monografías sobre los hombres mas famosos aunque queda mucho por hacer. Por
ejemplo, la mejor biografía sobre José Antonio Liendo y Goicoechea sigue siendo
la de Lamadrid, Una figura
Centroamericana (Dr. Fr. José Liendo y
Goicoechea. O. F. M.), Ediciones Tipografía La Unión, Dutríz
Hermanos, San Salvador, El Salvador, 1948.
[2] Richard Konetzke, América
Latina. II La época colonial, Siglo XXI Editores, México. 1993, p. 316.
Primer
Grito de Independencia, 5 de Noviembre de 1821.
La emancipación centroamericana del Reino español
tardó en consolidarse cerca de trescientos años de dominación. Para entonces,
el turno en adversidad tocó a España. Durante los primeros años del Siglo XIX,
la monarquía sufrió la cruel embestida de la Guerra: Napoleón y los franceses
invadieron la comarca y mantuvieron cautivo en Bayona, al Rey Don Fernando VII;
mientras tanto, en América, los
gobiernos legales amenazaron con sustituir al Reino.
El precedente fue la hazaña
norteamericana, donde los Estados Unidos lucían su flamante congreso y hacían
gala de la Carta de los Derechos del
Hombre. Poco después, las lecciones de democracia de la Revolución Francesa
infundieron en el resto de América, los anhelos de libertad.
Con el correr de los años
México se constituyó en República y en los Andes, Bolívar conquistó la libertad
para las repúblicas del sur. La situación alcanzaba su madurez en el istmo
centroamericano, sobre todo por el atraso desarrollo que persistía o mejor
dicho, agravada a raíz del quebrantamiento del reino de España.
El germen de la autonomía e
independencia surgió en la provincia de San Salvador. En ella aconteció la Primera Conspiración en 1811, mismo año
en que arribó al Reino de Guatemala el Brigadier don José de Bustamante y
Guerra, famoso por sus persecuciones a los caudillos independentistas de
Montevideo. Teniendo como colaborador el arzobispo electo de Guatemala, Fray
Ramón Cassaus y Torres, quien se unió a sus propósitos y al ejercicio del poder:
Fórmula colosal en contra de la independencia. No obstante, la curia de San
Salvador abrazó el proyecto de emancipación.
La disciplina eclesiástica
no socavó los planes insurgentes del Presbítero y Dr. José Matías Delgado, de
los Padres Aguilar ni de otros curas menos conocidos como don Mariano de Lara.
Más bien, sus nobles esfuerzos se sentían fortalecidos al unírseles los de don
Manuel José Arce, Pedro Pablo Castillo, Juan Manuel Rodríguez y otros espíritus
libertadores que se proponían deponer a las autoridades coloniales, apoderarse
de los elementos bélicos, sublevar a toda la provincia e iniciar un movimiento
revolucionario en todo el Reino de Guatemala.
El 5 de noviembre de 1811, todo estaba decidido, los insurgentes
tomaron las armas de la Casamata[1]
y depusieron al intendente don Antonio Gutiérrez y Ulloa y a otros españoles
que ejercían el poder. La administración de San Salvador estaba ahora en manos
de los criollos. Aún a sabiendas de que la represión, por parte del Capitán
General, era inminente sobre ellos.
El entusiasmo y apoyo al
levantamiento fue notorio en las poblaciones de Zacatecoluca, Chalatenango,
Usulután y Metapán. No así en San Vicente, Sonsonate, Santa Ana y sobre todo
San Miguel, quienes lejos de respaldar el movimiento, renovaron su juramento de
lealtad y vasallaje a la Corona, alistaron sus tropas y estuvieron listas esperando
la llegada del Capitán General Bustamante y Guerra.
[1]La
Casamata
era el almacén de guerra o casa de armas
de la corona y estaba ubicada donde actualmente se encuentra el Comando de Apoyo
Logístico de la Fuerza Armada de El Salvador.
Sin embargo, Bustamante y
Guerra actuó hasta conversar con el Ayuntamiento de Guatemala, cuya sugerencia
vital fue: buscar la pacificación a
través de la persuasión y de la conciliación. La astucia de los
representantes de la Capitanía General, del Ayuntamiento y del Arzobispado de
Guatemala, señores don José de Aycinena y don José María Peinado, logró su objetivo
y disuadieron a los pueblos de apoyar a los insurgentes. El amor y fidelidad
por el monarca renació de repente y derribó en un mes, el nuevo gobierno
instaurado en San Salvador. La dominación española venció al entusiasmo
patriótico. Los próceres fueron enjuiciados y enviados a prisión, sin embargo
sus sueños de libertad permanecían encendidos. Las autoridades guatemaltecas,
posteriormente en un acto de moderación, les otorga un indulto generalizado y
olvido de lo acontecido.
Un
año más tarde, los días 8 y 9 de noviembre de 1812, se promulga y jura, en San
Salvador, la nueva Constitución Liberal, escrita en términos de igualdad para
las provincias, pero lamentablemente para el Capitán General Bustamante y
Guerra, constituían letra muerta, quien hacía prevalecer su autoridad militar.
Segundo movimiento Independentista, 1814.
La insatisfacción se transformó nuevamente en conspiración y el pueblo se amotinó contra la monarquía el 24 al 27 de enero de 1814, pero esta vez las fuerzas de la corona se encontraban debidamente preparadas para enfrentar y vencer a los sediciosos. Las armas y entrenamiento de las fuerzas reales eran superiores a las del pueblo que debió evitar la matanza a través de una pronta retirada.
La
capitanía General actuó con dureza extrema contra los conspiradores, quienes
fueron perseguidos, encarcelados, torturados y procesados con crueldad. Los
patricios padecieron duros sometimientos. Manuel José Arce guardó prisión por
los siguientes cinco años; Santiago José Celis se ahorcó en su celda del
Cuartel del Batallón del Fijo (hoy Plaza Morazán, San Salvador);Pedro Pablo
Castillo huyó a Jamaica donde falleció abandonado, los hermanos sacerdotes
Manuel, Vicente y Nicolás Aguilar, Miguel Delgado, hermano de José Matías, Juan
Manuel Rodríguez, Juan Aranzamendi, Domingo Antonio de Lara y Mariano Fagoaga.
Se les dio persecución y confinamiento por orden del Capitán General Bustamante
y Guerra.
Con
estos crueles acontecimientos, los movimientos libertarios parecían haber desaparecido
por completo. Sin embargo, en los meses de agosto y principios de septiembre de
1821, las presiones por la independencia de Centro América crecieron
nuevamente. Las principales ciudades de Chiapas, al occidente del Istmo
acordaron, en cabildo abierto, independizarse de España y unirse al imperio
Constitucional de México creado por el Plan de Iguala e invitaban a las
demás ciudades de la Región a seguir su
ejemplo. Será entonces que estos sucesos allanarán la ruta hacia la
independencia absoluta de España, por lo que, las guerras de México y las
luchas del rebelde José María Morelos tendrán gran influencia en los sucesos de
San Salvador.
Día de la Independencia Centroamericana. 15 de Septiembre
de 1821.
Ciertamente como se ha venido diciendo, el Plan de
Iguala mexicano de 1821, va a venir a incidir en la aceleración de la
declaración de independencia, en la cual el modelo de sistema político anhelado
será la Monarquía Constitucional, considerada en aquel momento la forma de
gobierno ideal.
Es de esta forma que el
Capitán General, brigadier Gabino Gaínza, convoca a una Junta de Notables el
sábado 15 de septiembre de 1821, a las ocho de la mañana, con el propósito de
estudiar la situación de las provincias. Siendo invitados al mismo tiempo, los
miembros de la Diputación Provincial, entre quienes figuraba el Presbo. y Dr.
José Matías Delgado, una comisión del Ayuntamiento, el ilustrísimo Arzobispo,
Monseñor Ramón Cassaus, los Magistrados de la Real Audiencia y otros eminentes
personajes de la época, acompañados además por el pueblo que se encontraba reunido en los alrededores
del Palacio de Gobierno de Guatemala.
Los
guatemaltecos en una forma hábil y rápida, firman el Acta de Independencia, con
el fin de seguir controlando las provincias del Reino de Guatemala. En primer lugar
esta acta declaraba la ruptura con el gobierno español, ya que era una de las
peticiones de los diversos cabildos de varias provincias.
Además, proponía la conformación de un Congreso
compuesto por delegados de los pueblos para que determinaran la forma de
gobierno y elaboraran la Ley Fundamental del nuevo Estado (Art.1-2), es
importante resaltar que este es una de las diferencias con las actas de
Independencia en Hispanoamérica, “aquí no se define el sistema político a
seguir”.
Al final, la
firma del Acta de Independencia va ser una medida política que pretendía
continuar manteniendo el control de las provincias, pero que éstas lo
entendieron como un mecanismo para liberarse no sólo de España, sino de la Capitanía
General de Guatemala.
Entre las opiniones de los asistentes, el Dr. José
Cecilio del Valle expresó que los pueblos del Istmo aún no estaban preparados
para gobernarse por sí solos, otros lo apoyaron diciendo que debía esperarse el
resultado final de México. No obstante el presbítero y doctor José Matías
Delgado sostenía enérgicamente la necesidad de proclamar, aquel mismo día, la
independencia definitiva de España y también de México, es decir, la absoluta
libertad y en ello le apoyaron oidores, diputados, miembros del colegio de
abogados, clérigos y otros funcionarios y por supuesto, el pueblo.
La cuestión no podía esperar más, la mayoría de los
asistentes propugnaban por la libertad y ese día se proclamó la independencia
de Centro América que estuvo sellada por la originalidad. No fueron necesarias
las acciones épicas ni las pasiones
heroicas, su característica fue su gran sentido práctico, pragmático y de
ejemplar sensatez. La independencia Centro Americana no experimenta sangrientas
revoluciones sino procesos pacíficos.
Para mientras se elegían a los representantes del Congreso de la nueva
Nación, las autoridades que habían regido los destinos de Centro América en
representación de la Corona continuaron mayoritariamente desempeñando puestos
gubernamentales y disfrutando de consideraciones especiales, siempre y cuando adoptaran el nuevo régimen y
rindieran juramento a la independencia.
Los acuerdos tomados en Guatemala ese 15 de Septiembre se
hicieron del conocimiento de los gobiernos de las provincias.
En San Salvador la independencia fue jurada con toda
solemnidad, el 29 de septiembre siguiente. Todo fue regocijo y entusiasmo pues
parecía haber llegado los tiempos de verdadera paz y desarrollo propio. Sin
embargo, la larga costumbre de ser parte de un gobierno externo y más
desarrollado, inclinó a muchos a pensar en que era la hora de formar parte de
otra Nación, la hora de anexarse al imperio mexicano de Iturbide.
Consolidación
de la Independencia Absoluta, Guerra contra el Imperio mexicano.
Las luchas no se hicieron esperar, el mensaje era claro “Aceptar o rechazar
la anexión a México”. Por su parte el Emperador Iturbide, envía tropas
mexicanas para someter la rebelde provincia “del Salvador”, a cargo del
Brigadier mexicano don Vicente Filísola, la campaña fue sumamente cruenta. Por
su parte el pueblo salvadoreño era defendido por el Sr. General Manuel José
Arce, quien comandaba el bisoño Ejército salvadoreño, lamentablemente cae
gravemente enfermo y los salvadoreños son sometidos el 9 de febrero de 1823.
Sus autoridades fueron obligadas a jurar obediencia al emperador Iturbide.[1]
Dado que en aquel entonces las noticias no viajaban tan rápido, Filísola
no conoció oportunamente dos detalles que habrían evitado su agresión a
San Salvador: primero, que el Congreso
de la Provincia de San Salvador,
compuesto por 32 diputados había acordado,
“con condiciones”, su anexión al Imperio mexicano; y segundo, que las fuerzas republicanas de
México derrotaron al emperador Iturbide el
1º de febrero de 1823. Al
enterarse, Filísola se regresó a Guatemala el 7 de marzo.[2]
Posteriormente a su gravedad, Arce partió hacia Estados
Unidos por unos meses. Allá se encontraba cuando fue elegido miembro del Poder
Ejecutivo Nacional de Centro América en
unión del licenciado Don José Cecilio del Valle. Llegó a Guatemala
en marzo de 1824 y tomó posesión de su cargo.
Creación
de la República Federal de Centroamérica, 1º de Julio de 1823.
En los principios de la
independencia de Centro América, imperaba una situación política inestable que
tambaleaba entre los dos bandos políticos destacados en ese entonces: el
partido Liberal y el Conservador. El primero, estaba compuesto por un gran
número de rebeldes a la monarquía y abogaba por la libertad de pensamiento,
imprenta, comercio y por separar a la Iglesia del Estado. Este partido se sentía apasionado por hacer
de Centro América una república fuerte y pujante. De hecho, fue el gestor de la
forma de gobierno “Federal”.
El
partido “Conservador”, apodado por los Liberales como los “Serviles”,
“Retrógrados” y “Aristócratas” estaba formado por la aristocracia de la época,
que había experimentado el infortunio de perder sus privilegios como
representantes del poder, y de ser
despojados de las mejores tierras y medios de producción de ese entonces. Este
partido quería recuperar los bienes y posiciones perdidas y por lo tanto, un
gobierno con remanentes monárquico de tipo “Centralista”, es decir, una
república que albergara el poder en Guatemala
y unos departamentos que siguieran acatando tales autoridades, asociadas
ampliamente con la Iglesia Católica. Tal disparidad de opiniones llegó a ser el
germen de las más intrigantes y encarnizadas luchas.
Llegaron
las elecciones del Supremo Poder Ejecutivo de la República Federal que fueron ganadas con 41 de los 82 votos
constitucionales, por el licenciado Don José Cecilio del Valle. Este ilustre
abogado era poco querido por los conservadores, de quienes había denunciado sus
abusos. Arce alcanzó los 34 votos. Pero aduciendo que ninguno había alcanzado
una mayoría absoluta de 42 votos, debía ser el Congreso quien resolviera, en
segundas elecciones, al gobernante de la Federación. La Primera Magistratura
fue depositada en Arce. Ante la renuncia de José Cecilio del Valle y
posteriormente de José Francisco Barrundia, la Vicepresidencia fue designada en
manos de Don Mariano Beltranena. Ambos tomaron el Poder Federal el 29 de abril
de 1825.
Se libraron otras batallas por la instauración y mantenimiento de una
adecuada administración estatal y, finalmente, con el deseo de obtener un
verdadero poder que respaldase la independencia de los Estados se conformó la
República Federal de Centro América.
Pero la Federación no rindió los
resultados esperados. El Presidente Arce, un hombre con excelente formación y
principios, quien creyó que lo mejor para los Estados era establecer las bases
de armonía y democracia que permitieran la satisfacción de todos los intereses
partidistas de aquel entonces, lo cual no fue así.
En un inicio, el General Arce era obviamente del partido
Liberal. Al convertirse en Presidente pensó que lo correcto era abandonar el
partidismo y proporcionar igualdad de oportunidades para todos. Por tanto,
halagó a ambos partidos. Los Liberales lo consideraron traidor; se disgustaron
con él y lo perjudicaron cuanto les fue
posible. Entre tanto, los conservadores lo consideraron débil, se propusieron
atraerlo hacia ellos, le impusieron sus condiciones y lo instrumentalizaron a
su conveniencia.[3]
Por asuntos de tradición en el mando, se dispuso como
sede del Gobierno la Capital guatemalteca. Aquí proliferaban los conservadores
quienes no perdían la oportunidad de manosear el poder en su beneficio. Sucedió
lo lógico, Arce cayó en desgracia con los de su partido y los conservadores no
lo acogieron con sinceridad en el seno del suyo.
De ahí que el Gobierno Federal nunca tuviera el éxito y el poder que le
debió caracterizar, sino más bien se constituyó en motivo de continuas y
sangrientas luchas entre los Estados de la Federación. De acuerdo a la opinión
del historiador nicaragüense José Dolores Gámez; “El fracaso del Gobierno
Federal se debió, entre otras cosas, a que era producto de un partido exaltado
que adoptó como Constitución Federal una copia de la de los Estados Unidos,
pero con modificaciones defectuosas; creó un Poder Ejecutivo impotente, un
Congreso demasiado absoluto en sus poderes, mientras el Senado que debía formar
otro cuerpo muy importante en el Gobierno, casi nunca existió y fue siempre
nulo”.
Gámez también opina que el Presidente de la Federación,
Arce, quien “siendo nuevo en la cosa pública, sobre todo de esa altura, no tuvo
el tino ni la energía que demandaban las circunstancias del país. Arce se
inclinó hacia la buena democracia y en lugar de adoptar las tendencias
exclusivamente liberales del partido que lo había impuesto, decidió practicar
una política nacional que contemporizara con todos, pero que no quedó bien con
nadie”.
Arce pretendía mantener un sistema de gobierno democrático,
pero las circunstancias hacían parecer que su deseo era el de reinstalar el
régimen conservador asiduo a la monarquía. En su país, El Salvador y en
Honduras, predominaban los liberales y
el General Arce debió afrontar diferentes desacatos a su autoridad por parte de
las autoridades de ambos estados.
Entre las sanciones a los desacatos de la autoridad
federal aconteció que el 5 de septiembre de 1826, el Presidente Arce mandó a
prisión al Jefe estatal de Guatemala Don Juan Barrundia. Asunto que celebró la
ciudadanía. El Vicejefe, Dr. don Cirilo
Flores quedó a cargo, pero rehusó proseguir conforme a la ley, al igual que los
diputados de la Asamblea. Este órgano presionó a Flores para instalar su
gobierno en Quetzaltenango. La decisión tuvo un saldo fatal. Los ciudadanos de
esa Villa eran irremisiblemente conservadores y el 13 de octubre asesinaron al
Presidente en Funciones. También persiguieron y lesionaron a algunos de los
diputados. La Asamblea quedó disuelta por decisión de sus miembros.
Para solucionar el problema el Presidente Federal decidió emitir dos
decretos en las fechas 10 y 31 de octubre de 1826 que, en síntesis,
convocaban un Congreso Nacional Extraordinario, sobre todo para evitar los
abusos de autoridad e incumplimiento de la Carta Magna sucedidos hasta
entonces. Por otra parte, daría mayor
representatividad a los Estados de El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa
Rica que, hasta ese momento, habían sido desplazados por Guatemala en
proporción de 17 a uno o dos representantes[4]
. A los políticos de aquel entonces no
les convenía entenderlo y los decretos
fueron considerados inconstitucionales, bajo la tesis de que sólo el Senado
tenía facultad para emitirlos.
El ejercicio presidencial acumulaba constantemente hechos
y desórdenes conducentes a la guerra
civil.
Nuevos actores a escena.
El 6 de diciembre del mismo año 1826, el Jefe Depositario del Estado salvadoreño era don Mariano Prado y, quien estaba en total desacuerdo con el decreto del 10 de octubre de ese mismo año. El presidente salvadoreño motivó a los cinco Estados,
[1] Bustamante Maceo,
Gregorio. HISTORIA MILITAR DE EL SALVADOR. Imprenta Nacional 2ª Ed. 1951. El
Salvador. p.21.
[2] Vidal, Manuel. NOCIONES DE
HISTORIA DE CENTRO AMÉRICA. Ed. Universitaria. Sexta Edición. El Salvador. Pgs.
124 y 126.
[3] Autor reseñado por García,
Miguel Angel. DICCIONARIO HISTÓRICO ENCICLOPÉDICO DE LA REPÚBLICA DE
EL SALVADOR. Tomo II Tipografía La Luz. 1928. San Salvador. Pág.
234.
[4] García, Miguel Angel.
DICCIONARIO HISTÓRICO ENCICLOPÉDICO DE LA REPÚBLICA DE EL SALVADOR. GRAL MANUEL
JOSÉ ARCE Tomo III 1ª Ed. 1945. El
Salvador. Págs. 384 y 385.
de la Federación a restablecer el orden constitucional de
la República.[1]
El Congreso de El Salvador convino en
desconocer al Presidente Arce y
el Ejército Salvadoreño invadió Guatemala el 23 de marzo de 1826 con el objeto
de restablecer las autoridades depuestas, pero dichas fuerzas son derrotadas por
el General Arce en la Hacienda de Arrazola sobre el camino a la capital Guatemalteca.
El Presidente Arce, con la intención de hacer prevalecer
la autoridad federal, se puso al mando de sus tropas y avanzó hasta llegar a la
Capital salvadoreña. El 18 de mayo atacó
San Salvador por el lado de Milingo[2],
pero la zona estaba bien fortificada por las tropas salvadoreñas y las fuerzas
federales fueron derrotadas. El resentimiento entre sus compatriotas por haber
atacado su tierra natal lo acompañó hasta su muerte.
Simultáneamente a estos hechos, el Jefe de Estado hondureño
había caído enfermo y lo sustituía en el poder el Vice Jefe, Don Dionisio
Herrera, quien también se unió a la excitativa salvadoreña y dictó similar
acuerdo. Una facción de las tropas federales, a las órdenes del Coronel Justo
Milla, fue enviada a Honduras a combatir a quienes se ensañaban contra el
Gobierno Federal. La ciudad de Comayagua fue sitiada el 4 de abril de 1827. El Jefe depositario
Herrera fue depuesto de su cargo y enviado a prisión en Guatemala. El
Secretario General del Jefe Herrera, el ciudadano Francisco Morazán huyó a Tegucigalpa a
reclutar 200 hombres con los que pretendió auxiliar Comayagua, pero fue
aprehendido en el camino. Después de 28 días de prisión escapó hacia Nicaragua.
Fue hasta el 10 de noviembre de 1827 que el General
Francisco Morazán, con una pequeña columna provista por Nicaragua, logra
oponerse al Coronel José Justo Milla, quien sostenía el gobierno de ese Estado
como Comandante de la División del Ejército Federal en Honduras. Los federales,
no pudieron contener el ataque y Milla huyó hacia Guatemala con el resto de su
tropa. Por lo que Morazán se dirigió a Comayagua a reorganizar las autoridades,
completamente acéfalas y asumir por ley, la Jefatura del Estado como Presidente del Consejo Representativo[3].
A partir de su nuevo cargo político Morazán manifestó
notoriamente su condición de liberal e
inició las luchas en favor de la
verdadera independencia de los Estados centroamericanos. Su primera misión era apoyar al Vicejefe
Mariano Prado de El Salvador, quien había admitido en sus filas, como
Comandante General de las Armas[4]
al ciudadano Rafael Merino, expulsado de Colombia por conspirar contra Bolívar.
Hechos posteriores dan cuenta de las victorias militares
del Gral. Francisco Morazán, quien derrota a las tropas federales, llegando
hasta Guatemala para deponer al Presidente Federal, y al mismo tiempo es
nombrado como Presidente Federal de Centro América.
Reflexiones Finales: La
integración centroamericana un sueño sin concretar.
La Independencia tuvo diversas
consecuencias, para las provincias centroamericanas:
1.
La unión de Chiapas, al Estado mexicano,
2.
Honduras; las provincias en disputa; Comayagua y
Tegucigalpa, solventaron sus disputas;
3.
En Nicaragua quedan dos élites enfrentadas, León y
Granada.
4.
La élite guatemalteca pierde su poder sobre el resto
de Centroamérica.
5.
Costa Rica se convierte en Estado y se desprende de
Nicaragua.
6.
El Salvador se convierte en Estado y se desprende de
Guatemala, al separarse de Guatemala, amplia su territorio al incorporar a
Sonsonate.
Los próceres de Centro América, especialmente los salvadoreños[5], no encendieron hogueras revolucionarias, sino buscaban la paz y la
armonía a través de un desarrollo liberador inteligente, donde triunfó la
cordura y el genio sobre la improvisación.
La crisis política monárquica española (1808-1821) fue
el momento propicio para que el clero y cabildo sansalvadoreño, jugando bajo
las reglas constitucionales, apoyaran la creación de un gobierno autónomo, una
diputación provincial. Desde esta instancia primero, luego con una junta gubernativa,
y que luego se procedió a organizar el Estado y la mitra.
Los actores
políticos de la época; el Estado salvadoreño, clero y municipios, se unen para
enfrentar a Guatemala, quien mantenía su deseo de recuperar por todos los
medios posibles su antiguo territorio. El enfrentamiento con los guatemaltecos fue
un factor que contribuyó en la unidad interna de El Salvador y en la construcción
de una identidad propia.
El
ideal unionista ha seguido vivo entre los pueblos centroamericanos. Por su
parte la integración de la gran Patria
Centroamericana es aún la aspiración de la mayoría de los salvadoreños. El
Salvador, perseverante a su vocación unionista a lo largo de su existencia ha
proclamado y evidenciado, su aspiración concreta de todos los ciudadanos, al
consignar la esperanza de unificación nacional como precepto constitucional. Es
así como en el Artículo 89 de nuestra Carta Magna, se establece que “…alentará
y promoverá la integración humana, económica, social y cultural con las
repúblicas americanas y especialmente con las del istmo centroamericano…También
propiciará la reconstrucción total o parcial de la República de Centro América,
en forma unitaria, federal o confederada, con plena garantía de respeto a los
principios democráticos y republicanos y de los derechos individuales y
sociales de sus habitantes…”.
Centro
América desde su Independencia a partir de 1821, fue conformada por pequeñas
provincias, sin una infraestructura financiera capaz de sostener sus débiles
economías, con alto grado de analfabetismo, y la indiferencia y desidia de los
pocos españoles (peninsulares o criollos). Esta incipiente generación de cinco
estados débiles, sumidos en profundas divisiones internas por causas
ideológicas y sin un aparato gubernamental capaz de darles estabilidad, produjo
todos los males y desgracias que por decenios fue el pan de cada día del pueblo
centroamericano.
En esta coyuntura, los pocos estadistas que soñaban
con una Centro América grande, respetable y progresista, se dedicaron con todas
sus energías -a pesar de sufrir incomprensión y odio- a impulsar el sistema que, desde su propia
óptica, representaba la esperanza de dotar a la novel Nación de un gobierno
fuerte y equilibrado; entre ellos están los generales Manuel José Arce y
Francisco Morazán, así también el sabio José Cecilio del Valle.
Tres grandes patriotas llegaron a ser, en diferentes
períodos, presidentes de las Provincias Unidas del Centro de América, queriendo
consolidar el sistema federativo; primeramente Manuel José Arce, cuyos ideales lo llevaron a vivir una de las más
intensas epopeyas en favor de la unidad
centroamericana, que fue malograda por la intriga y ambición de sus mismos
correligionarios del Partido Liberal, que no supieron comprenderlo ni estar a
la altura de las circunstancias históricas de la post independencia; luego Francisco
Morazán, quien realizó una cruzada de corrección de las políticas
realizadas por su antecesor, pero lamentablemente se condujo de manera radical
con los sectores moderados, lo cual profundizó las grietas de la división,
volviendo imposible mantener viva a la escurridiza Federación. Finalmente José Cecilio del Valle, eminente
filósofo, orador y escritor, que convencido de la futilidad del sistema
federativo que se imponía sobre el pueblo centroamericano, intentaba convencer
a sus contemporáneos de la necesidad de diseñar un gobierno centralista y
unitario, que condujera paulatinamente a la madurez política de este
conglomerado, mayoritariamente analfabeta e indisciplinado y con una minoría
ilustrada pero indiferente, apática y ambiciosa.
De todas formas, la suerte estaba echada, y durante
todo el Siglo XIX se sucedieron conflictos bélicos que sembraron la muerte y la
anarquía en todas las secciones divididas de lo que fue el Reino de Guatemala,
habiéndose sellado la división política de sus provincias, cuando para 1850,
todas ellas habían asumido por decreto, su soberanía e independencia unas de
otras.
Así, el anhelo ferviente de unidad política, de los patriotas que con abnegación y
valor conquistaron la independencia de Centro América, conjurando el peligro
anexionista de México con creativas y audaces gestiones diplomáticas[6]
y la resistencia heroica de los pueblos de San Salvador y San Vicente, quedó
definitivamente truncado al morir la anhelada Federación centroamericana, la
cual, a pesar de algunos intentos repetitivos y fracasados de lograrla por las
vías políticas y/o militares, en los Siglos XIX y XX, definitivamente se había
vuelto una utopía.
Finalmente,
en la conmemoración de los Bicentenarios en Iberoamérica se deben considerar; en
primer lugar debe constituirse como una oportunidad para generar de forma
compartida un ejercicio de conocer el pasado, entender el presente y mirar
hacia el futuro. Para lo cual se debe promover un trabajo participativo de toda
la sociedad dentro de un diálogo que permita superar las diferencias locales,
nacionales y regionales en un marco de respeto y acercamiento mutuo.
En
segundo lugar, se debe de conmemorar, ya que el mismo permite no sólo recuperar
la memoria histórica y recordar a las personas y grupos que participaron en
este proceso histórico, sino también ubicarlos en el presente para evaluar
cuáles fueron los frutos de este proceso y qué es lo que falta aún por realizar.
En
tercer lugar, este conocimiento debe mantener una visión crítica de las ideas,
los hechos y conflictos que se generaron durante el proceso de independencia,
deben servir de base para una reflexión sobre el presente y una proyección
hacia el futuro. Desde esta perspectiva se debe plantear de forma compartida el
análisis del proceso en que se produjeron tanto formas de extrema violencia
como opciones para pensar en formas nuevas de convivencia. Por lo que se debe
investigar y plantear nuevas rutas en la comprensión del proceso independentista,
éste debe ser socializado y aprehendido
por el conjunto de la población y debe manifestarse en la educación y en la
vida de las personas. Es fundamental que frente al reconocimiento de la
violencia que implicó estos procesos, en algunos casos, se promueva una cultura
de paz y el fortalecimiento de formas pacíficas de resolución de conflictos.
Bibliografía:
1. Lardé
y Larín, Jorge, Historia de Centro
América.
2. Lardé y Larín, Jorge. TOPONIMIA
AUTÓCTONA DE EL SALVADOR CENTRAL. Ediciones del Ministerio del Interior. El
Salvador. 1976. Pág.257.
3. Avendaño
Rojas, Xiomara. La declaración de
independencia de Centroamérica. Interpretación y desenlace para El Salvador,
Universidad de El Salvador.
4. García Redondo, Antonio. Los orígenes de la independencia centroamericana: un acercamiento de su
influencia pública a partir del concepto de redes (1780-1810).
[1] Vidal, Manuel. Ob. Cit.
Pág.139.
[2] Milingo. Cantón y caserío,
a 600 Mts. de altura y a 2 Kms. al norte de Ciudad Delgado. Lardé y Larín,
Jorge. TOPONIMIA AUTÓCTONA DE EL SALVADOR CENTRAL. Ediciones del Ministerio del
Interior. El Salvador. 1976. Pág.257.
[3] Becerra, Longino.
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[4] García, Miguel Angel.
DICCIONARIO HISTÓRICO ENCICLOPÉDICO DE LA REPÚBLICA DE
EL SALVADOR. Tomo II 1ª Edc. El Salvador. 1928. Pág. 324.
[5]Presbítero y Doctor José Matías Delgado (1767-1833), Presbítero y Dr.
Nicolás Aguilar (1742-1818), Presbítero Vicente Aguilar (1746-1818), Presbítero
y Dr. Manuel Aguilar (1750-1819), Don
Bernardo José de Arce y de León (1754-1812), Don Juan Manuel Rodríguez
(1771-1837), General
Manuel José Arce y Fagoaga (1787-1847), Don Domingo Antonio de Lara
(1783-1840), Don Pedro Pablo Castillo (1780-1817), Presbítero Mariano Antonio de Lara (1774-1843), Don Leandro Fagoaga. Don Miguel Delgado. Dr. Antonio José
Cañas (1885-1844), Presbítero Miguel José Castro y Lara (1788-1829), Don
Mariano Fagoaga (1767-1837), Presbítero y Dr. José Mariano Calderón
(1778-1826), Don Juan de Dios Mayorga, Don Justo Zaldívar, Presbítero y Dr.
José Simeón Cañas y Villacorta, Don Juan Vicente Villacorta (1764 – 1828), Doña María Felipa Aranzamendi (1792-1845), Doña Manuelita Arce, Presbítero y Dr. Manuel Antonio de Molina
(1772-1827), Presbítero y Dr. Angel
María Candina (1892-1837), Presbítero y Dr. Isidro Menéndez (1795-1858),
Señorita María Feliciana Miranda y Señorita Manuela Miranda, Don Juan
Aranzamendi, Don Gregorio Melara, Dr. Santiago José Celis..
[6] El 8 de junio de 1823,
llegaron a Boston, Massachusetts, EE.UU., los delegados salvadoreños Tte. Cnel.
Rafael Castillo, Cnel. Manuel José Arce, Juan Manuel Rodríguez y Tte. Cayetano
Bedoya, a solicitar a las autoridades de aquella nación, la incorporación de El
Salvador a la Unión Norte
Americana. Pág. 341. Diccionario Histórico-Enciclopédico de la República de El
Salvador. Tomo I. García, Miguel Ángel.